lunes, 25 de enero de 2010

INTRODUCCIÓN

El VIH y el SIDA son un accidente en nuestras vidas; no son un pecado, ni una condena, menos un castigo, son tan sólo un accidente. Un accidente que afecta no sólo a quienes lo viven en su cuerpo, sino que también en la vida de las familias y de la sociedad.

El VIH es un virus, poderoso quizá, inteligente tal vez, de permanente mutación, pero no es la muerte, es un virus que afecta el sistema inmunológico de las personas, entre otras cosas.



El SIDA en cambio afecta a todos, se conviva con el VIH o no; porque el SIDA no solamente es el desarrollo del sindrome de inmunodeficiencia adquirida en un sujeto particular, sino que también es el estigma y la discriminación, es el rechazo, es la negación, es el negocio económico de los grandes y poderosos laboratorios, el talón de aquiles de los Estados. El SIDA es una enfermedad que afecta no sólo a la persona, sino a toda una sociedad.




El SIDA es la cultura del desamor.


El VIH puede ingresar a nuestro cuerpo en determinadas condiciones, las vias de trasmisión, de las cuales la conducta irresponsable a determinados actos de intimidad sexual, o consumo de drogas, hacen más propensa su expansión en el universo de las relaciones humanas. Aunque hay otras formas de contraerlo que trascienden éstas, que se vinculan a la conducta humana.

Pero el SIDA es un asunto social, económico y -claro- un asunto político. El SIDA es un asunto de políticas responsables de salud pública (prevensión y tratamiento a las personas con el VIH), de limites económicos ante los Derechos Humanos.


El avance de la investigación científica y de la terapéutica farmacológica actual, han permitido controlar al VIH y los pacientes con tratamientos adecuados pueden cronificar la enfermedad y tener una excelente calidad de vida. Los nuevos medicamentos aplicados en los/as pacientes de países como México, EEUU, Canadá, y muchos otros de la Comunidad Europea han permitido que éstos tengan una vida sana y digna, que les permita insertarse en la sociedad y a en las diversas actividades del desarrollo humano.

En cambio el SIDA necesita de voluntad política, conciencia social y una ética basada en los Derechos Humanos para dar responsablemente calidad de vida a los pacientes de un país. Los Estados, las autoridades públicas de salud tienen que desarrollar políticas firmes y responsables para frenar el nocivo avance de los mesquinos intereses económicos de aquellos que se benefician del SIDA.

El SIDA es una responsabilidad que debemos desarrollar colectivamente para detener su expansión, propagación y prevalencia en las diversas poblaciones. Todos y todas tenemos que comprometer nuestra conciencia, nuestra voz y nuestro alto al avance del SIDA. Necesitamos ponerle el condón a las autoridades que se dejan amedrentar por las presiones económicas de los laboratorios o los intereses de quienes se benefician del SIDA.

Necesitamos y debemos también prevenirnos del estigma y la discriminación, si queremos una sociedad que respete los derechos inalienables de las personas.
Debemos luchar por la dignidad. Nuestras voces deben ser recurrentes, insistentes, permanentes, obstinadas por conseguir un tratamiento adecuado. Esto puede resultar fastidioso, incómodo para algunas personas o grupos, ni que hablar para las autoridades médicas o del gobierno... pero es nuestro grito de vida, nuestro S.O.S es un clamor más profundo e importante que el fastidio que pueda provocar.

Enfrentemos la perversidad del sistema, pues no es sólo por nosotros, sino también por los miles de uruguayas y uruguayos que viven en nuestra misma condición.

Algunos no tienen el VIH en su cuerpo, pero están enfermos de SIDA, todos - de alguna manera- estamos enfermos de SIDA y por esta razón luchamos incondicionalmente. Porque nuestro derecho a la calidad de vida, es tan importante como el de todos a vivir libres de una sociedad y un Estado que decida bajo el estigma y la discriminación, bajo las presiones de los oportunistas negociantes de esta situación de salud pública.

Ese dia tanto la sociedad uruguaya, como nosotros estaremos menos enfermos de SIDA y lograremos acceder a los tratamientos integrales que nos permitan tener calidad de vida social y de derechos humanos.

Por ahora, queridos amig@s y compañer@s, que nuestra mirada no se aparte del horizonte de la utopía, porque como dijera Eduardo Galeano: "para eso nos sirven las utopías... para caminar".



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